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viernes, 24 de julio de 2015

Nicotina.

Ligera humareda de ociosos humores. Toco y floto como vapor. Si lo imagino salto y caigo, después me remonto y vuelvo a soñar.

¿Recuerdas las notas que solo a ti te cantaba? ahora son cenizas, chamuscados ropajes del desnudo cuerpo, candente y encendido, de un cigarrillo. Lo miro y me pesa el aliento, lo pruebo y me deshago de ti.

Es ahora como vivo, ausente e irritado, como evitando al sol para apuñalarlo con la impotencia, con paso duro pero la cabeza baja. Me siento y vuelvo a fumar, exhalando recuerdos, palabras que nunca fueron dichas y, como siendo el precio perfecto,  fragmentos de vida.

Así el fuego vuelve a su origen divino, se vuelve en herramienta de prueba, de pureza y de renovación. Lento, cadencioso, como prolongando la despedida, así vas saliendo poco a poco de mi vida. Tu cuerpo es ahora humo, tus dulces alientos en alquitrán y el poco amor que te quedaba en luz que se consume.

Y desprendido de todo, tendido sobre el techo de una pocilga suburbana, te sales de mí.

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